Son muy abundantes, y en general de alto valor histórico, con características muy similares al palacio, pero de dimensiones más reducidas. Situadas entre medianerías, en algún caso el patio central desaparece, manteniéndose únicamente el trasero. En la fachada sigue predominando aún el paño ciego sobre los huecos, destacando el de la entrada sobre el resto de la fachada, por estar más decorado y por sus mayores dimensiones. La casa solariega del siglo XVIII, antecesora de la casa urbana del siglo XIX, todavía se conserva, aunque sometida a un rápido proceso de deterioro.
En la arquitectura civil del siglo XIX hay dos momentos bastante claros. El inicial recoge aún las tipologías de edificios públicos y casas solariegas de los siglos anteriores. Posteriormente nace la casa urbana, herencia del siglo XVIII, que se va a repetir hasta mediados del siglo XX, momento en el que pierde su carácter y personalidad. En las fachadas lo que domina es la adaptación, en cada momento, a los modelos urbanos y estilos dominantes.
Funcionalmente consta de dos o tres plantas con balcones en la noble, habitualmente flanqueados por un orden de pilastras. Existen muchos ejemplos neo-góticos, neo-mudéjares y sobre todo neo-renacentistas, de los que hacen buena gala la burguesía y los establecimientos bancarios. Hay ejemplos significativos de modernismo en caserones y edificios de viviendas, con portales de rejas y miradores metálicos o pétreos muy trabajados, balconadas acristaladas con vidrio esmerilado y decorado, y barandillas de complicada artesanía de forja.