Zambras en las cuevas del Sacromonte
El crisol de culturas que es Andalucía dio lugar a una tierra en la que diferentes manifestaciones artísticas se han mezclado y enriquecido entre sí. El flamenco y sus múltiples variantes, como la zambra, es muestra de ello.
Se trata de una danza flamenca muy característica que forma parte de la tradición de la Andalucía oriental, concretamente de las provincias de Almería y Granada. El término procede del vocablo árabe ‘zamr’, que significa tocata, lo que ofrece una pista sobre su posible origen y procedencia.
Se cree que fue en el interior de las cuevas del Sacromonte, el tradicional arrabal de los gitanos granadinos, donde nació este arte como producto del encuentro de las culturas gitana y morisca. Durante las diferentes persecuciones que sufrieron tras la conquista del reino nazarí por los Reyes Católicos, ambos pueblos se identificaron con los mismos males, tomaron contacto y, con el tiempo, los elementos culturales de ambas comunidades se fueron mezclando hasta fusionar en esta danza tan particular.
Común en las bodas gitanas, la zambra recuerda en muchos aspectos a la sensual danza del vientre. Se practica con los pies descalzos, vistiendo una blusa anudada por debajo del pecho y una falda larga de pliegues amplios, lo que produce en la bailaora el efecto de estar flotando en el aire.
A pesar de ser prohibidas en el siglo XVI por la temida Inquisición, las zambras lograron sobrevivir al veto religioso y la comunidad gitana las continuó bailando en clandestinidad. Fue a partir del siglo XIX, gracias a los escritos de viajeros románticos como Washington Irving, que se dieron a conocer por todo el mundo. Y fue también entonces que las zambras y el flamenco se dignificaron y las cuevas se convirtieron en todo un símbolo de la cultura andaluza.
Los gitanos aprovecharon este interés para realizar actuaciones en las cuevas, donde siguen habitando y celebrando sus zambras en la intimidad, pero también donde ofrecen espectáculos para visitantes y turistas.
En 2019 se iniciaron los trámites para que la zambra fuera declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Una iniciativa que ha recibido el apoyo de las numerosas peñas y artistas que se dedican a estudiar y difundir este arte.