Tras el legado inglés en la provincia de Huelva a través del río Tinto
Seguimos las muchas huellas que los británicos dejaron en la provincia de Huelva con el río Tinto como hilo conductor. Todas las particularidades de un viaje desde Minas de Riotinto hasta Punta Umbría para conocer más sobre lo que queda del periodo en que la Rio Tinto Company Limited era la adjudicataria de las minas.
Cuando en 1873 la compañía británica Rio Tinto Company Limited logra la adjudicación de los derechos de explotación de los yacimientos de Minas de Riotinto, una de las zonas más valiosas y prolíficas en mineral de la conocida como Faja Pirítica Ibérica, la vida cambió para siempre no sólo en la comarca sino en toda la provincia de Huelva. Resulta igual de cierto que la actividad minera llevaba ejerciéndose en este lugar desde hacía más de cinco mil años, desde el Calcolítico pasando por delante tartesios, fenicios, íberos, romanos, visigodos, árabes y castellanos. Pero nada más definitivo que la llegada de los nuevos métodos de la Revolución industrial desde el Reino Unido para modificar este territorio casi de manera íntegra. Los británicos aprovecharon la cuenca del río Tinto para desarrollar su actividad y sacar vagones repletos de cobre y otros minerales hacia su país. Permanecieron en el Huelva varias décadas dejando buena parte de su impronta en pueblos y ciudades. Hoy día el legado inglés, tanto tangible como intangible, resulta inmenso, puesto que penetró en lo más profundo del territorio y la sociedad onubense.
Ese sería el hilo conductor de mi viaje a Huelva, muy diferente a los que había realizado en otras ocasiones más enfocadas al descanso vacacional y familiar en las playas de El Rompido, mi pequeño paraíso particular. Viajaría hasta tierras onubenses con el propósito de seguir las corrientes rojizas del río Tinto, visitar los yacimientos mineros y buscar todos esos escenarios que me llevaran a los británicos que perforaron la tierra, levantaron casas de campo victorianas, trajeron deportes hasta entonces desconocidos en España como el fútbol o el tenis, y celebraban cada año el cumpleaños de la Reina para sentirse en casa, aunque amparados en el fabuloso clima de Huelva.
Así que me planté con mi coche en Minas de Riotinto. Con numerosas anotaciones en un cuaderno, textos subrayados y, sobre todo, muchas preguntas. Y convertí una habitación verde del Hostal Atalaya, a unos pasos del Museo minero y de una iglesia presbiteriana con fachada de corte escocés, en mi primera base de operaciones.
Las localidades de Minas de Riotinto y Nerva centralizan buena parte de las explotaciones mineras y de esta herencia británica. En un territorio de apariencia casi marciana bañado por un río tan rojo como la sangre (producto de los sedimentos de óxido y sulfuros que arrastra desde su nacimiento) pueblos de paredes blancas se clavan en un mapa. Y hay tanto que ver que todo necesita un orden. Gracias a la labor de conservación y de divulgación de la Fundación Río Tinto nació en 1987 la entidad del Parque Minero de Riotinto, donde toda esta riqueza natural, histórica y cultural se convirtiera en una actividad turística que diera valor a semejante patrimonio.
A través de la web parquemineroderiotinto.es adquirí las entradas y escogí los horarios para realizar todas las visitas que me interesaban relacionadas con el pasado y presente del corazón de la cuenca minera. Cinco de las cuales tenían una entrada o paquete combinado, que me ayudó mucho para organizarme. Ideal para hacer, por este orden los siguientes lugares: Museo Minero + Peña de Hierro + Ferrocarril turístico minero + Casa 21. Con un precio de 23€, que para todo lo que se hace no está nada mal.
El Museo Minero de la localidad de Minas de Riotinto, que fuera hasta no hace mucho un hospital inglés para los trabajadores de la Rio Tinto Company Limited, me sirvió para abrir boca y comprender el porqué de la riqueza del suelo de esta zona de Huelva. Así como para saber de otras civilizaciones que por aquí pasaron, destacando tesoros arqueológicos del Neolítico y de los tiempos de Roma, así como la recreación de una larga mina romana iluminada por lucernas. Pero, sin duda, lo que más me gustó fueron las locomotoras y vagones antiguos que guardaban en una sala que recreaba una antigua estación de ferrocarril. Sobre todo el suntuoso vagón ideado en un principio para un supuesto viaje da Reina Victoria a India cuando era colonia inglesa y que se trajo aquí para mover a los trabajadores más importantes de la Rio Tinto Companí así como a personalidades invitadas quienes viajaban por la línea que terminaba en el puerto de Huelva.
Desde aquí partí a mi siguiente visita, que sería en Nerva, localidad aledaña a Minas de Riotinto. La Peña de Hierro no sólo es el origen o nacimiento del río Tinto, sino también una de sus minas o cortas (llamadas así cuando son a cielo abierto) donde la tierra se distribuye en bancales de los colores que le aporta el mineral. Para asomarse a la misma es necesario proteger la cabeza con un casco minero y caminar a lo largo de doscientos metros por una oscura galería. Instantes en los que me imaginaba a mi hijo pequeño caminando ilusionado con su casco puesto, pues a estos lugares les tiene verdadera adoración.
Nerva no termina en Peña de Hierro. Merece la pena bajar a fotografiar al río Tinto bajando aún estrecho por la ladera. Así como acercarse al pueblo a darse una vuelta, puesto que todavía quedan resquicios del pasado británico en algunas fachadas como la del Círculo Mercantil. Aunque la influencia inglesa calle a calle es evidente. Sobre todo en la antigua estación ferroviaria convertida en uno de los mejores restaurantes con terraza de la zona, Casa Idolina, una adaptación más que acertada en un lugar donde todavía parecen escucharse los pitidos de las locomotoras.
La tercera visita que entraba con el paquete adquirido en el Parque Minero me llevó hasta el barrio de Bella Vista en uno de los extremos de Minas de Riotinto. Bella Vista fue el barrio inglés, una verdadera ciudad-jardín con grandes casas destinadas a los cargos más altos de la Riotinto Company Limited. Pues bien, una de las casas de los ingenieros británicos, la Casa 21, se puede visitar por dentro y admirar el mobiliario de un pedacito de Inglaterra en el centro de la provincia de Huelva.
Alrededor sobreviven muchas más viviendas victorianas, así como una iglesia y las pistas de tenis más antiguas que se conservan en España. Porque no hay que olvidar que, aunque en Minas de Riotinto se jugó al fútbol por primera vez, también se puso de moda el deporte de la raqueta.
Bella Vista es el símbolo más reconocible de la colonia británica, de ese legado que iba buscando a lo largo de mi viaje. Paseando por sus calles se me hacía fácil imaginar la celebración del té de las cinco en los salones de estas casas con vajillas de Bornemouth así como las calles repletas de gente festejando con gozo el cumpleaños de la Reina Victoria.
Un tren me esperaba en la vieja estación a las 17:30 (se reserva horario en la web del Parque Minero a la hora de comprar las entradas, al igual que con Peña de Hierro y Corta Atalaya). Y con puntualidad británica, como no podía ser menos, inicié un viaje de veintidós kilómetros (once en trayecto de ida y otros once en el de retorno) en el trazado recuperado de la que fuera una de las primeras líneas de ferrocarril en España y que comunicaba Minas de Riotinto con el muelle del mineral en la ciudad de Huelva.
El ferrocarril turístico llega hasta la estación de Los Frailes, dejando a su paso un río enrojecido por el óxido de hierro y las explotaciones mineras con edificaciones y aparatos que parecen haberse congelado en el tiempo. Se pasa por apeaderos fantasma, como si los ingleses se hubiesen marchado de allí corriendo. Han quedado decenas de vagones, de locomotoras roídas por la erosión, el tiempo y la nostalgia.
La última visita del día de cuantas había contratado en el paquete del Parque Minero de Riotinto me llevó hasta Corta Atalaya, la que fuera la mayor mina a cielo abierto no sólo de España sino de todo el mundo. Sus dimensiones colosales son de las que incluso hacen que veas minúsculo un tren que pasaba por uno de sus bancales inferiores y que se quedó allí para siempre.
EL CAMPILLO Y ZALAMEA LA REAL
Tras dos noches en Minas de Riotinto fue momento de continuar mi camino y seguir coleccionando lugares que recordaran ese pasado minero e inglés. A escasos cuatro kilómetros El Campillo me dejó ver su pequeña estación de ferrocarril, así como una antigua locomotora Clase K en un parque conocido como de Los Cipreses, y que fuera adquirida por la Rio Tinto Company Limited en 1907 para ser usada precisamente en Corta Atalaya.
Más adelante, sin tiempo apenas para abrocharme el cinturón, alcancé Zalamea la Real, de casas completamente blancas y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (s. XVI) brillando en el horizonte. Antes de acceder al pueblo, a mano izquierda, me percaté de otra estación ferroviaria con apariencia inglesa. Pero, en este caso, al igual que Casa Idolina en Nerva, ahora es un restaurante con encanto y un nombre bien apropiado: "El andén de la estación”.
De Zalamea la Real a la aldea de El Pozuelo, a escasos quince minutos, me fui a buscar algo que nada tenía que ver con lo que había sido mi viaje hasta el momento. Y es que allí se halla uno de los conjuntos dolménicos más importantes de Andalucía. Toda una necrópolis del Neolítico con once dólmenes de corredor dispersos en la campiña. Caminé hasta alguna de estas tumbas que se calculan del 2500-3000 antes de Cristo sin más compañía que la de un burro que rebuznaba desde una finca aledaña.
Impresiona visitar tesoros de este tipo completamente a solas. Señal de que aún resisten muchos lugares donde apenas ha llegado el turismo.
LA VÍA VERDE DEL RÍO TINTO EN BERROCAL
Parte del trazado ferroviario al ras del río Tinto ha pasado a ser vía verde y una de las mejores opciones de senderismo en la provincia de Huelva. Al menos en la zona de Berrocal, donde han acondicionado cinco kilómetros junto a las antiguas vías de ferrocarril por donde no sólo caminar o montar en bicicleta acompañado de este peculiar río. Un camino donde van surgiendo viejas construcciones, apeaderos en ruina, puentes sin nadie que los atraviese y parte de ese tramo olvidado que hoy día podemos hacer con nuestros pies.
Entre Berrocal y Los Frailes hay una aventura de por medio. Y la posibilidad de admirar de cerca el río carmesí. Sería posible bajar prácticamente hasta Huelva de este modo, pero hay quien, como yo sin tiempo, escoge unos pocos kilómetros para sondear a pie la historia de uno de los trayectos en tren más formidables de aquella época.
Conviene dejar el vehículo aparcado en un sitio para tal efecto pasado el puente que separa Berrocal de la carretera a Zalamea la Real. Y realizar con cierto entusiasmo este pequeño viaje a través del tiempo.
VALVERDE DEL CAMINO
La siguiente parada fue Valverde del Camino, una encrucijada desde la época romana (como atestigua un tramo conservado de la calzada), que hoy se conoce, sobre todo, por sus botas camperas y su artesanía. Aunque se trate de uno de los lugares más importantes donde eso del legado anglosajón no es algo de oídas, sino una verdad plasmada en el semblante de este municipio de más de diez mil habitantes.
Y si no, cómo se entendería que el primer sitio que se encuentren los viajeros sea una mansión inglesa. Tal cual. Casa Dirección constituiría el escalafón más alto que la United Alkali Company Limited levantó en esta ciudad. Un lugar donde el máximo responsable del negocio minero y ferroviario viviera con todos los lujos y comodidades posibles con su familia. Situada como una atalaya desde la que vigilar la llegada del cobre y otros materiales, ya que muy cerca de ésta sobreviven los talleres (actual Feria de Muestras) así como la estación (ahora Conservatorio de música) y las oficinas centrales.
En esta casa, que pude visitar de manera gratuita y alimentar ese afán por aprender del paso de los ingleses en la provincia, me ayudó mucho a lograr ese propósito. El mero hecho de subir su escalera de madera u observar sus salones y fotografías en blanco y negro, logró trasladarme velozmente a aquella época.
Justo al lado hay otra Casa Dirección, pero no tiene que ver con la mansión sino con uno de los restaurantes más exitosos e innovadores de Huelva. Con la buena mano del Chef José Duque obsequiando a sus comensales con unos platos que ensalzan la gastronomía de fusión con la rica materia prima local. Sin duda se trata de uno de esos lugares que justifican todos los kilómetros posibles.
Pasear por sus calles blancas, admirar la Iglesia de Nuestra Señora del Reposo o subir hasta la ermita del Santo, una fachada neobarroca le dio otro aire a un viaje que iba más allá del patrimonio industrial.
NIEBLA
Bajé con el coche hasta Villarrasa para asomarme al Puente Gadea y volver a admirar al río Tinto por enésima vez. Algo que repetiría minutos más tarde al poco de atravesar el puente de Niebla, cuyo origen romano se esconde en arcos y ojivas. Tras él aguardaba una ciudad amurallada con rasgos andalusíes y de todas las civilizaciones que se hicieron fuertes aquí.
Dos kilómetros de murallas, cinco puertas y cincuenta torreones, abrazan una ciudad tranquila, de fachadas armónicas y, como no podía ser menos, un castillo. Pero el de Niebla, más conocido como el castillo de los Guzmanes por sus primeros moradores, los Duques de Media Sidonia, no es cualquier cosa. Hablamos de un auténtico fortín medieval preparado para defender la ciudad hasta las últimas consecuencias. Y cuyo interior se puede visitar por un módico precio de 4€ con el objeto poder hacer el camino de ronda, acceder a algunas de sus dependencias o bucear en su rica historia.
Precisamente este emplazamiento sirve de sede todos los veranos del Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla, una tradición que en 2021 ha vivido su trigésimo sexta edición y que pasa por ser uno de los acontecimientos culturales más importantes de Andalucía.
Pero Niebla no se queda en el castillo ni sus murallas, que ya son mucho. Caminando por la calle Siete Revueltas me vi en la Plaza Santa María en pleno repicar de campanas desde una torre que a mi parecer tiene más de alminar que de campanario. No obstante la llamada procedía de la iglesia de Santa María de la Granada, la cual había sido antiguamente la mezquita mayor de una ciudad que durante la época islámica llego a ser la cabeza de un poderoso reino de Taifas. Así lo atestiguan los arcos de herradura que preceden al acceso al templo por un pequeño patio.
Santa María de la Granada correspondería a uno de los tesoros arquitectónicos de la ciudad. Pero todavía falta su hermana menor, la iglesia de San Martín, junto a la Puerta del Socorro, para tener a la vista otra de las imágenes más memorables de Niebla. Tiempo atrás también había sido mezquita. E incluso sinagoga desde el reinado de Alfonso X como obsequio a los vecinos judíos que habitaron esta villa amurallada. Hoy se despliega en fragmentos de distintos estilos que se recomponen en un panorama que en las últimas horas de la tarde se enrojece con el sol.
Y sin nada que ver con la faceta más histórica de Niebla y volviendo a la huella anglosajona que impregna la provincia de Huelva, saliendo por la puerta del Buey, traspasa el río Tinto un vetusto puente ferroviario de estructura metálica. Diseñado por el británico George Barclay Bruce, y con una longitud de 140 metros se mantuvo en funcionamiento desde 1875 hasta 1984. Constituía uno de los ocho que se construyeron a lo largo de la línea ferroviaria entre Minas de Riotinto y la ciudad de Huelva.
Después de cenar unas frituras en Casa Ramos, pasé la noche en la Finca Real de Niebla, sin duda la mejor opción de alojamiento rural en la localidad. Con amplias estancias, jardines, piscina y todas las comodidades como para planteárselo como una buena base para recorrer la provincia.
DOLMEN DE SOTO (TRIGUEROS)
Un amanecer con niebla en Niebla no fue precisamente un juego de palabras para continuar con el viaje. Con las murallas apenas visibles, un pan untado con tomate y aceite de oliva Virgen Extra, sirvió de estratagema para afrontar una nueva jornada.
En el día en que llegaría, como el mineral, a la ciudad de Huelva, me entretuve en Trigueros, sobre todo buscando en su campiña un monumento megalítico que, más bien, se trata de un Stonehenge onubense. En los terrenos de una finca apodada como La Lobita, permanece un dolmen de corredor de 21 metros de longitud. El dolmen de Soto, nombre puesto en honor a su descubridor en los años veinte, presume de ser el más grande de su tipo en toda Europa. Con petroglifos en su interior y situado de una manera nada casual, puesto en cada equinoccio los primeros rayos de sol del día se introducen en el corredor durante unos minutos. Buena muestra del conocimiento astronómico de los pobladores neolíticos allá por el año 3000 antes de Cristo.
HUELVA, LOS ÚLTIMOS PASOS DEL MINERAL
Poco después de que el río Tinto se tope con agua salada y pierda su peculiar coloración en San Juan del Puerto alcancé por fin a la ciudad de Huelva. Con la intención de ser uno de los grandes puertos europeos, los ingleses de la Rio Tinto Company Limited aportaron una serie de rincones que hoy día siguen siendo seña de identidad en este municipio marcado como el punto de encuentro entre el río Tinto y el Odiel. Y, por supuesto, salí a su encuentro.
En el barrio obrero o de Reina Victoria, la compañía británica quiso traer a Huelva el concepto de ciudad-jardín, un modelo para que lo habitaran sus empleados. Nombre puesto en honor a la reina de España y consorte de Alfonso XIII, Victoria de Battenberg. Y de ese modo dispusieron en un damero una serie de casas con fachadas que van entre lo colonial y el más puro eclecticismo. Los tejados de colores, los entramados de madera en los frentes así como los jardines nos llevan al que hoy aún se trata de uno de los escenarios más privilegiados de la ciudad de Huelva.
Muy cerca, casi a pie, saliendo por la antigua Casa del Guarda (ahora restaurante) y la reja con las siglas de la Rio Tinto Company Limited, viví una nueva revelación británica en la emblemática Casa Colón. Un icono levantado a finales del siglo XIX para albergar un hotel de categoría en una ciudad proyectada para ser el gran puerto desde donde saldrían miles de toneladas de cobre y otros metales necesarios para llevar la Revolución Industrial a todo el mundo. Por lo que era necesario un lugar donde hospedar a las grandes personalidades, fijar la residencia de los responsables de la principal compañía minera y, de paso, celebrar con cierto boato el IV Centenario del Descubrimiento de América.
Menos de dos kilómetros de distancia separan este lugar de las aguas del Odiel y de la última parada del cargamento traído de las minas en tren. Se trata del Muelle del Tinto, una construcción de más de 1200 metros de largo, de los cuales 500 van sobre la propia ría, en la cual las embarcaciones inglesas trasladaban su cargazón por mar a otros países del mundo, no sólo Inglaterra.
Esta estructura metálica construida entre 1874 y 1876 fue una de las obras modélicas de ingeniería civil en España y hoy día, ya sin vagones depositando su carga en los barcos, se ha convertido en un reclamo para ciudadanos y visitantes quienes acuden a pasear por el muelle de Riotinto y contemplar uno de los mejores atardeceres de toda la provincia.
No al atardecer, sino unas horas antes, me reencontré con la rica gamba de Huelva, mariscos y un delicioso arroz con carabineros, en el restaurante Peix que se sitúa en el Nuevo estadio Colombino, donde juega sus encuentros el Recreativo de Huelva. Y no sería más que una anécdota si no revelara que este club de fútbol, el más antiguo de España, fue fundado por los ingleses un 23 de diciembre del año 1889 precisamente en Casa Colón. Por lo que, de una forma u otra, el círculo británico no termina de cerrarse nunca puesto que es una muestra entre muchas de la influencia de lo que significó su paso por tierras onubenses de quienes llegaron para explotar el subsuelo de Minas de Riotinto y, de paso, transformar para siempre a Huelva.
PUNTA UMBRÍA
Podía haber puesto el punto y final, al igual que sucedía con el cobre, el hierro, el zinc y el azufre, en la ciudad de Hueva. Pero aún quedaba algo más por hacer. Y era visitar en Punta Umbría, localidad famosa por sus kilométricas playas, la conocida como Casa de los ingleses. ¿Pero qué tiene que ver Punta Umbría con el legado británico? se preguntará quien está leyendo ahora mismo estas líneas. Pues mucho. Muchísimo. Tanto que Punta Umbría se destapa como una de las vías de escape y de relax de los ingleses, quienes desde finales del siglo XIX acudían a sanarse del aire contaminado de las minas con la pureza de los cielos y la salazón de la playa.
De hecho levantaron casas de madera sobre pilotes muy cerca del mar. Y se puede visitar una de ellas, la Casa Museo de los ingleses en el número 11 de la Avenida de Huelva, justo detrás del Hotel Pato amarillo. Hotel en el que, por cierto, pasé mi última noche en este viaje, inspirando océano desde una preciosa habitación de la séptima planta.
MARISMAS DEL ODIEL
A la mañana siguiente inicié mi largo retorno a casa. Pero temprano, porque estas cosas hay que hacerlas de ese modo, me detuve en las marismas del Odiel, un paraje donde la naturaleza se desparrama sobre unos humedales de agua salada. Con centenares de flamencos retocando la silueta del horizonte. Y otras aves como las espátulas, en peligro de extinción, que en la conocida como Isla de Enmedio, reserva natural, atraen a ornitólogos y aficionados amateurs, como es mi caso y que no salgo de casa sin mis prismáticos ni varias baterías cargadas para la cámara.
En este refugio para la avifauna, es posible tomar algunos senderos y acudir a miradores desde los cuales fotografiar o contemplar sin más la belleza de quienes permanecen totalmente ajenos a la actividad de una ciudad como Huelva.
Y así pues finalizó un viaje de cuatro jornadas donde el hilo conductor del Tinto y los ingleses, me llevó a descubrir un sinfín de rincones deliciosos de la provincia de Huelva. Aunque me temo, y de eso estoy seguro, que esto no quedará aquí…
José Miguel Redondo (Sele)
Autor del blog de viajes www.elrincondesele.com