Un enorme legado patrimonial vinculado a la cultura romana flanquea este histórico camino entre Sevilla y las estribaciones meridionales de la Sierra Morena de Jaén, con los ancestrales puertos del Muradal y Montizón. Usado desde la prehistoria, fue nombrado como Herácleo, también de Aníbal y hasta mal llamado como Vía Augusta, para consolidarse, con ciertas variantes, con la dinastía borbónica. Calzadas, puentes, castillos, ventas, posadas y mesones, casas de postas y estafetas, haciendas, cortijos, etc. En fin, pueblos con un bagaje cultural inmenso dan forma a un camino que ha modelado de manera singular la idiosincrasia andaluza.
A lo largo de la Edad Moderna este camino, que durante la segunda mitad del siglo XVIII y por mor de las políticas borbónicas pasará a ser Camino Real de Andalucía, va a posicionarse como un importante eje de desarrollo agroeconómico y de difusión de ideas. Así es, las tierras que bordean el camino y río se verán salpicadas de haciendas y cortijos, de grandes complejos agrarios que van a abastecer de productos alimentarios a los Galeones y Flotas de Indias. Aunque serán las caserías aceiteras las que en mayor número ocupen estas campiñas, no serán las únicas, generalizándose un trasiego mercantil de aceites, vinos, granos, mantas, etcétera.
Tradicionalmente conocida como “Vía Augusta”, aunque sería más correcto llamarla calzada romana A Gadibus Romam, en época romana comunicaba Gades con las tierras del Alto Guadalquivir y el levante peninsular tras superar Sierra Morena. Unía la vega de Sevilla con la de Córdoba a través de la campiña de Carmona y Écija, que luego continuaría hasta Cástulo (Linares) por Andújar y Mengíbar (Iliturgi). En ese punto, la vía se bifurca en varias alternativas, que podrían ser consideradas como diferentes prolongaciones hasta alcanzar la sierra, ya fuera para acceder a la Meseta por Despeñaperros y el puerto del Muradal (Camino de Toledo a Granada), o al Levante por el puerto de Montizón.