Sevilla, ciudad sacra

La cantidad de artesanos vinculados a la Semana Santa sevillana apabulla. Resulta impresionante, tanto, que se ha creado incluso un parque empresarial para estos oficios, Arte Sacro. El más conocido es el oficio de los imagineros, los artistas de la gubia que dan forma a las tallas que, tras ser consagradas, se convierten en iconos estéticos y de fe. Un arte complejo, pues no se trata solo de técnica, se debe de conseguir un punto de religiosidad que haga que la obra sea digna de rezos y fervor.

Otros artesanos que se ‘lucen’ especialmente son los orfebres, autores de las piezas de oro y plata que acompañan y dan brillo a esas imágenes sobre pasos y altares. Lo primero son dibujos y bocetos, que acabarán convertidos en un respiradero, un llamador, varales o un farol. Las piezas pasan por la lampistería, donde se suelda y da forma al conjunto. Y también son objeto de un cuidadoso cincelado. Finalmente, estos enseres se limpian y relimpian antes de la salida procesional en jornadas de convivencia de los hermanos.

Vestir al nazareno no es cualquier cosa. Una buena tienda de hábitos conoce perfectamente las reglas de cada hermandad, de manera que informa al nazareno del canon de su vestuario. Eso incluye los capirotes –si no se procesiona de penitente-, que siempre fueron de cartón y ahora se hacen más ligeros, de rejilla. O los costales que llevan en la cabeza los costaleros, que también tienen su maña, contando con especialistas para su confección.

Otra artesanía de altísima calidad es la del bordado. Los bordadores aportan personalidad al paso con igual relevancia que los orfebres. Las bambalinas, los faldones y por supuesto los mantos de las vírgenes salen de manos que combinan la fuerza de años aguja en ristre con la sensibilidad del exquisito trazo que exigen los cofrades sevillanos.

Pero la lista de artesanos es interminable. Están los que realizan y enseñan el arte de rizar las palmas, para engalanar balcones. Y quienes son especialistas en los cordones, con tienda propia, sobre todo las obras más cotizadas: los cíngulos que llevarán las sagradas imágenes de Cristo.

O los cereros, cuya técnica y habilidad permite que la candelería de los pasos, en particular de los palios y ya de noche, ponga el broche al trabajo de cientos de hombres y mujeres de una de las ciudades artesanas más vivas de Europa, sin duda.