Tras la huella de los Templarios. Huelva, Sevilla, Córdoba
La sierra de Aracena donde la provincia de Huelva hace frontera con Portugal y Extremadura, es una de las zonas de España de más fuerte impregnación templaria. Constituye, con Caravaca, Ponferrada, Monzón y Miravet, el núcleo de la memoria templaria peninsular, al lado de Tomar, en Portugal.
La Orden del Temple, que consigue asentarse en Andalucía entre los años 1253 y 1258, cuando el poderío musulmán comienza a debilitarse, convierte Aracena en una de sus plazas fuertes. Símbolos y claves de la presencia de la misteriosa orden de caballeros cristianos pueden encontrarse aquí por doquier: el propio escudo de la villa encierra muchas de ellas. Aquí, los templarios reconstruyeron la fortaleza que encontraron a su llegada en la que aún pueden reconocerse algunas estancias, parte de las torres y algunos de los aljibes que constituyeron su conjunto. La iglesia del castillo es un buen exponente del sincretismo islamo -cristiano del que los templarios hicieron su credo, incorporando elementos del gótico a la simbología sufi.
Debajo exactamente del castillo templario de Aracena se encuentra una de las cuevas más singulares de Andalucía: la Gruta de la Maravillas. Muchos afirman que entre el castillo y las cuevas hubo algún pasadizo que las comunicaba, que no ha podido ser hallado hasta hoy. Este hecho explicaría la importancia que Aracena tuvo para el Temple, perseguido en aquellos tiempos hasta su prohibición en 1334 y necesitado, por tanto, de lugares donde ocultarse.
Algunos de los salones de estas cuevas tienen nombres como la Catedral, el "mihrab", el "ostensorio", o la fuente del Galápago, que refuerzan las resonancias sacrales, casi de templo esotérico, que le proporcionan sus formaciones geológicas y calcáreas
A poca distancia de Aracena encontramos otro lugar de gran interés por sus referencias misteriosas: Alájar y su famosa Peña, con la ermita de Nuestra Señora de los Angeles. Según los iniciados, esta Peña es un lugar de confluencia de grandes fuerzas telúricas y ha atraído siempre hasta sus cercanías a hombres de conocimiento. En el siglo XVI fue el confesor de Felipe II, Benito Arias Montano, que siguió los pasos de San Victor en el siglo XII.
Esta tradición se ha mantenido viva hasta hoy y en una pequeña casa al pie de la peña vivió el último "guardián de los secretos" del lugar, un teósofo llamado Don Antonio Alonso Vital. Nadie sabe aún quién ha de ser su sucesor. Otras localidades de Huelva que fueron también posesiones templarias son Villalba del Alcor, donde permanecen la iglesia de San Bartolomé y la ermita octogonal de Santa Águeda, y Trigueros, con su iglesia de San Antón de los Templarios y el Dolmen de Soto, uno de los monumentos sagrados más importantes de la prehistoria andaluza, un impresionante templo de corredor donde destacan representaciones de cabezas humanas con la boca tapada.
En la costa encontramos el monasterio de La Rábida (Palos de la Frontera), el convento franciscano donde Colón preparó su primer viaje. Lugar de culto y conocimiento desde tiempos remotos. La Rábida fue propiedad templaria, y antes aun fue "ribbath", fortaleza de monjes guerreros fatimitas. Es desde esta perspectiva de enclave de iniciados como la presencia de Colón entre los monjes adquiere todo su sentido: aquí se encontraban los mejores cosmógrafos y estrelleros del reino, estrechamente ligados a los de la escuela náutica de Sagres, en Portugal, también posesión templaria.
La Orden tuvo casa en Sevilla, aunque no se sabe dónde, pero es curioso encontrar su divisa "Non nobis, domine" en la Iglesia de la Caridad, sede de una hermandad de caballeros cristianos fundada en el siglo XVII por Miguel de Mañara, que agrupa aún hoy a miembros de la aristocracia sevillana.
También en Córdoba tuvo el Temple su refugio, y parece ser que fue la Torre de la Calahorra el lugar que lo alojó. Un recinto que acoge en la actualidad un centro de diálogo de las tres culturas -islámica, hebrea y cristiana- que parece la versión moderna de los ideales sincréticos de los templarios.