A un paso del bullir turístico y cultural de la ciudad de Sevilla, recorrer un entorno natural tan cambiante —marisma, campiña y hasta sierra— puede resultar un magnífico método anti estrés, un reseteo interior en apenas 4 horas. Con esta escapada de la ciudad nos sentiremos pequeños entre la inmensidad del humedal, rodeados de naturaleza salvaje y horizontes abiertos. Surcar en moto las marismas del Guadalquivir nos aporta serenidad y nos recarga las pilas, pero es que rodar por carreteras solitarias y sinuosas, de pueblo en pueblo, saboreando su gastronomía y disfrutando de sus magníficos enclaves naturales, también nos alegrará el espíritu. El paisaje más primitivo y la obra del hombre, la historia y la tecnología más avanzada…, en fin, la conservación, la cultura y el ocio se dan la mano en esta corta, variada y agradable ruta por las cercanías de Sevilla.
En Ruta
Después de una satisfactoria jornada conociendo la gran monumentalidad de Sevilla, se agradece subir a la moto, sentir el viento y recorrer el magnífico entorno natural que la rodea. Salimos dirección sur, dejando atrás tráfico y polígonos industriales, para, en pocos kilómetros, subir a la barcaza de Coria (parada 1). Se trata de un pequeño transbordador con el que cruzamos el Guadalquivir mientras disfrutamos de un mini crucero de 5 minutos. Nos permite de manera definitiva desconectar del bullicio de la gran ciudad. El coste es muy asequible y está en funcionamiento continuo casi todo el día.
Tras superar Coria y La Puebla del Río, nos adentramos en la zona de marismas, antesala del parque nacional de Doñana: inmensos humedales y campos de cultivo de arroz pletóricos de vida. Impresiona ver las enormes bandadas de aves migratorias sobrevolándonos y alimentándose en los esteros. En este tramo las carreteras son rectas y no presentan dificultades, salvo alguna zona puntual en mal estado, donde debemos estar atentos a los baches y a los badenes dispuestos para reducir la velocidad y proteger de atropellos al lince ibérico. En Isla Mayor, verdadero paraíso ornitológico, podemos tomar una variante siguiendo pistas sin asfaltar muy sencillas (aptas para cualquier moto, no hace falta que llevemos una trail), que nos llevan más al sur, justo al límite del parque nacional (parada 2). Si la suerte nos sonríe, podremos observar impresionantes bandadas de flamencos, de un intenso rosa profundo.
Continuando la ruta, merece la pena hacer una parada en la reserva natural de La Dehesa de Abajo (parada 3), donde encontraremos una impresionante panorámica de la marisma. A continuación, la carretera se interna en el denso bosque de los Pinares de Aznalcázar (parada 4), un tramo muy agradable para recorrer con tranquilidad. Hay que tener precaución con los numerosos badenes dispuestos para proteger la fauna. Recomendable detenerse a degustar las variedades gastronómicas del Bajo Guadalquivir. Es la tierra del arroz con caracoles, las paellas y los guisos con marisco. El arroz con pato también es seña de identidad de su cocina. Albures en salazón, boquerones rellenos, tortilla de camarones, cangrejos de río con tomate, colas de cangrejo al ajillo y en salsa, anguilas, puchero valenciano, sopa de ganso o arroz con gurumelos son sólo una muestra de la riqueza culinaria de las marismas. Por cierto, rodamos por tierras del mosto de Umbrete y la mejor aceituna de mesa. Anotamos y lo tenemos en cuenta.
Seguimos trayecto cortando el corredor verde del Guadiamar y bordeando los pueblos de Aznalcázar y Pilas, por carreteras en muy buen estado con un magnífico trazado y curvas enlazadas para despertar nuestros motores. Tras pasar por el centro de Huévar, siguiendo la SE-639 y la A-8054 divisamos la Plataforma Termosolar de Sanlúcar la Mayor, impresionante visión futurista anclada en la llanura aljarafeña. Si queremos conocerla más de cerca, podemos tomar la variante marcada (parada 5).
La ruta avanza por el Aljarafe, una comarca salpicada de cortijos pequeños y paredes encaladas, jardines cuidados y palmeras que se elevan al cielo. Tras dejar atrás Sanlúcar la Mayor (parada 6) y el señorial pueblo de Olivares, ante nosotros se extiende un horizonte abierto que parece trasladarnos al norte de África. La carretera vuelve a ser solitaria y sinuosa, perfecta para abrir la pantalla del casco y sentir el aire en la cara. A pie de ruta, sorprende encontrar la torre de San Antonio. Almohade, del siglo XII, se eleva airosa frente al paso del tiempo y es hogar de una numerosa colonia de aves. Tras superar el blanco callejero de una Gerena de raíces romanas (parada 7), regresamos a Sevilla por la antigua carretera N-630. En Santiponce podemos visitar el conjunto arqueológico de Itálica (parada 8), con su impresionante anfiteatro, y el monasterio de San Isidoro del Campo. De vuelta a la capital (parada 9), atravesamos de nuevo el Guadalquivir por el puente del Quinto Centenario, donde, a pesar del tráfico siempre denso, disfrutamos de una espectacular vista de pájaro sobre el río y la ciudad.
Punto selfie #plataformasolar
Plataforma termosolar, en Sanlúcar la Mayor. Complejo termosolar pionero en Europa, la Central eléctrica de energía renovable presenta una torre principal, con 165 metros de altura, y un sistema con 1.255 espejos (heliostatos) que apuntan a la torre y reflejan en ella la luz del sol.