En ruta por tierras del histórico lago 'Ligustino'
En esta ruta en moto eléctrica recorreremos el camino que une dos sugerentes capitales andaluzas que fueron puerto de las Américas y, como tales, han quedado marcadas en sus monumentos e idiosincrasia. Y lo haremos sin emitir emisiones, ayudando a mantener el delicado equilibrio que nos une a nuestro entorno, un marco natural que se extiende por el inmenso horizonte del bajo Guadalquivir. Una ruta relajante y amena, que discurre por campos abiertos y visita pueblos y ciudades agrícolas cargados de historia. Un viaje desde el interior para encontrar los orígenes en el océano abierto, en la siempre deslumbrante ciudad de Cádiz.
En ruta
Vertebrada en torno al Guadalquivir, nuestra ruta comienza en la emblemática ciudad de Sevilla (parada 1), siempre monumental y pletórica de jardines. Que nos despide entre esbeltas palmeras y aroma a azahar. Superamos Dos Hermanas para adentrarnos en los campos abiertos que nos acompañarán durante toda la ruta. Circulamos por la amplia y moderna autovía del Sur hasta Los Palacios y Villafranca, donde dejamos la calzada y atravesamos la ciudad disfrutando de su cuidado callejero. A continuación, tomamos una carretera estrecha, rectilínea, solitaria y bacheada, que navega entre infinitos campos de arroz y nos recuerda el origen lacustre de estas tierras, que estaban bajos las aguas del Lacus Ligustinus en época romana. Si tenemos suerte, rodaremos entre bandadas de flamencos que se alimentan en los esteros, en las cercanías de los poblados de colonización de El Trobal y Vetaherrado.
Llegamos a Las Cabezas de San Juan (parada 2), espléndido pueblo blanco que se levanta airoso sobre una colina, vigilante sobre la extensa llanura. A partir de este punto, la carretera se ensancha y se vuelve más transitada. Nos lleva hasta Lebrija (parada 3), que también destaca como un otero sobre la planicie marismeña. Patria del humanista Antonio de Lebrija, ciudad mítica fundada por el dios Baco, extiende su caserío a la vera de su castillo y faro fenicio, que dio luz y norte a tartesios y púnicos en el comienzo de los tiempos. Abruma la cantidad de edificios ilustres de su casco histórico, pero, aun así, Lebrija es una ciudad amable, tranquila, generosa, una ciudad de hondas raíces agrícolas.
Seguimos por carreteras anchas y rectas, propias de la llanura del Bajo Guadalquivir, hasta El Cuervo. Allí, tomamos la carretera nacional IV, amplia y despejada, para entrar en la provincia de Cádiz. Campos de algodón, cereal y viñedo nos escoltarán para llegar a la señorial Jerez de la Frontera (parada 4). Centro neurálgico del caballo, el vino y el flamenco, lo es también del motociclismo. Es buen lugar para hacer una parada y degustar su gastronomía, o su arqueogastronomía, pues hay algún osado que anda metido en recuperar los productos y las técnicas de elaboración de época romana. Caracterizada por darle protagonismo a la cultura de las tapas, cuenta con platos tan suculentos como chicharrones, ajo caliente o campero, berza jerezana, cola de toro, riñones al jerez, papas aliñas, alcauciles y tagarninas, aunque no desmerecen sus pucheros y gazpachos. En cuanto a postres, es la cuna del tocino de cielo, que se produce desde el siglo XIV en relación con su importante industria vinatera (clarificación del vino). No debemos olvidar que Jerez es la capital de la Denominación de Origen Protegida Vinos del marco de Jerez, por lo que no debemos irnos de la ciudad sin visitar una bodega de crianza en solera o sin degustar un mosto salvaje, en un tabanco mientras suena un palo flamenco.
Tras recorrer su casco histórico, catalogado en gran parte como Conjunto Histórico Artístico, salimos entre bodegas con dirección a El Puerto de Santa María. Nos impresionará la visión de la bahía de Cádiz y las marismas del parque natural, lugar de larga tradición salinera y de la más moderna pesca en estero. Merece la pena visitar la espléndida playa de Valdelagrana (parada 5). Con vistas a la bahía, la atravesamos por el moderno puente de la Constitución de 1812, con precaución debido a los fuertes y frecuentes vientos. En silencio, y casi a vuelo de pájaro, llegamos a la fascinante y tres veces milenaria ciudad de Cádiz (parada 6).
Punto selfie #catedralnueva
Catedral de la Santa Cruz, también llamada Santa Cruz sobre el Mar, aunque los gaditanos la denominan Catedral Nueva en contraposición a la catedral Vieja (iglesia de Santa Cruz). Se construyó entre los siglos XVIII y XIX. Por sus cúpulas peculiares, es uno de los símbolos de Cádiz. Desde su torre del Reloj o de Levante, se divisa una impresionante vista panorámica del céntrico barrio de El Pópulo, del océano Atlántico y del puerto de la ciudad.