Partiendo de la capital de la Costa del Sol, esta ruta nos lleva a conocer los Montes de Málaga y el corazón de la Axarquía, una tierra de hondas raíces moriscas. Si buscamos perdernos en la montaña y sentir la brisa marina en la cara, aquí disfrutaremos de carreteras enrevesadas que nos sumergirán de lleno en esta encantadora comarca malagueña. Altas montañas bañadas por el Mediterráneo, paisajes espectaculares, pueblos blancos en pendiente y colgados del roquedo, una avanzadilla del clima tropical y de sus cultivos, y miles de curvas que nos harán vibrar sobre la moto. Una ruta muy intensa, corta en kilómetros, pero enorme en sensaciones, para disfrutar plenamente de la moto en cualquier época del año.
En ruta
Dejando atrás el perfil del castillo de Gibralfaro, así como la Alcazaba y el Teatro Romano que se extienden a sus pies, partimos de la ciudad de Málaga desde la zona de Olletas (parada 1). Subimos por la “Carretera de los Montes”, uno de los recorridos preferidos por los motoristas de la tierra. Vamos ganando altura rápidamente por una carretera ancha, sinuosa y con mucho tráfico, sobre todo los fines de semana. Encontraremos numerosos miradores donde parar, virar la vista y disfrutar de las esplendidas panorámicas costeras. También son abundantes las ventas, donde detenerse a desayunar o almorzar. Bordeando el parque natural de los Montes de Málaga por la A-7000, en pocos kilómetros llegamos al Puerto del León (parada 2), a 900 metros de altura, después de haber pasado por dos nudos de corbata. Curvas de 360º que nos permiten ganar altura en un paisaje que, históricamente, ha estado marcado por la producción de vinos y pasas. En este recorrido aún podemos apreciar huellas de una actividad agrícola que sigue estando muy viva.
Ya con menos tráfico llegamos al pueblo de Colmenar (parada 3), verdadero balcón de Los Montes y despensa de la provincia. En este punto giramos al este por la carretera A-356, un rápido y amplio trazado que nos hace avanzar ofreciéndonos impresionantes vistas del pico de La Maroma, el más alto de la provincia de Málaga.
Tras pasar por Riogordo y alcanzar la presa del Embalse de La Viñuela, iniciamos una subida rotunda a las alturas de La Axarquía. Siguiendo las MA-125 y 126, sorteamos una serie de pequeños pueblos blancos, impolutos, bellas manchas sobre la montaña: Canillas de Aceituno (parada 4), Sedella y Salares. En Canillas de Aceituno nos impresionará su puente colgante y también, como en el resto de pueblos, su sobresaliente patrimonio morisco. La carretera es estrecha y extremadamente sinuosa, literalmente cuelga del barranco mientras bordea la cara sur del parque natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. En este tramo hay que tener precaución, pues podemos encontrarnos piedras sueltas en la carretera debido a desprendimientos. El tráfico es intenso en toda la zona debido a la enorme cantidad de viviendas diseminadas que se reparten por la comarca. Mejor ir sin prisa, disfrutando de la ruta.
Seguimos avanzando con severas subidas y bajadas, que nos llevan a otra sucesión de pueblecitos mágicos, como Árchez, Canillas de Albaida y Cómpeta (parada 5). El paisaje nos avisa del cambio de clima. Descubrimos montañas con bancales que impresionan, plantaciones en terrazas, cultivos tropicales y los paseros, donde se seca la famosa pasa de Málaga. En cualquiera de estos pueblos podemos reponer fuerzas disfrutando de la gastronomía más auténtica, una perfecta simbiosis entre mar y montaña. El chivo de Canillas o el potaje de hinojos se encuentran entre los más contundentes, encontrando también platos más ligeros como el gazpachuelo, el ajoablanco o el enblanco, elaborado con pescado local. Por supuesto, no nos marcharemos sin degustar sus frutos tropicales, el vino de Málaga y algo muy peculiar, los sabrosos melocotones que se crían entre Periana y La Viñuela. La repostería de la Axarquía tiene como mayores protagonistas las tortas de Algarrobo y el rosco carrero de Alfarnate, con ingredientes como la almendra, el huevo, la canela o el aceite de oliva virgen extra.
Por la A-7207, continuamos bajando con rumbo sur hasta casi tocar la costa en el pueblo de Torrox. De nuevo volvemos a girar para después ascender por el valle del río Torrox, que nos ofrece preciosas vistas sobre el Mediterráneo y nos lleva a la espectacular villa de Frigiliana (parada 6). Un pueblo blanco de callejas laberínticas y rincones que embrujan. Dejándonos un grato recuerdo en la retina, en pocos kilómetros llegamos a la costa de Nerja. Ineludible visitar su Cueva, fotografiarse con el barco de Chanquete y poner punto final a tan intensa ruta en su ‘balcón de Europa’ (parada 7), una magnífica terraza colgada sobre el mar e ideal para disfrutar de una puesta de sol única.
Punto selfie #frigiliana
El mirador de la Carretera de Torrox nos ofrece una preciosa panorámica de Frigiliana, acreditado como uno de los pueblos más bonitos de España. Desde la distancia apreciamos su rotundo color blanco que destaca sobre el profundo azul del Mediterráneo.