Los Canutos de la Sierra del Aljibe en Los Alcornocales
En las últimas estribaciones de la Cordillera Penibética, entre angostos valles y estrechos riachuelos, se ocultan los últimos reductos de un pasado botánico ya casi olvidado. Una formidable joya natural sin parangón en la península, que ha permanecido intacta durante millones de años gracias a unas extraordinarias condiciones climáticas: los Canutos de la Sierra del Aljibe.
Los canutos son un curioso tipo de bosque en galería. Se trata de formaciones vegetales que se extienden por los márgenes de ríos y arroyos, y que se caracterizan por concentrar una densa masa de vegetación subtropical, más propia de la era Mesozoica. La exuberancia que manifiesta este paisaje y la rica variedad de especies presentes, han hecho que sean consideradas las últimas selvas de Europa.
Sus principales áreas de distribución se localizan entre Cádiz y Málaga, concretamente en los espacios naturales del Campo de Gibraltar, la Sierra de Grazalema y la Serranía de Ronda. En este caso, cabe especial mención de los comprendidos en el Parque Natural de los Alcornocales, allá por donde el río Montero se extiende desde la Sierra del Aljibe hasta el Embalse de Barbate.
Para descubrir este fascinante paraje es necesario seguir la ruta de ascenso que conduce al punto más alto del parque natural, el Pico del Aljibe, que supera los mil metros. Para alcanzar la cima debemos caminar, entre alcornoques y quejigos cubiertos de musgo, por una ruta de cierta dificultad y enorme belleza dado el pronunciado desnivel de la montaña. Por cierto, como punto de inicio hay que tener como referente al poblado de la Sauceda, ¡interésate por su origen e historias, tiene mucha miga!
Aunque el caminante debe poner esfuerzo de su parte, el espectáculo que se contempla hace que la subida merezca la pena, ¡mucho! Toda la provincia gaditana, con sus campiñas, llanuras, montes y sierras, se derrama a nuestros pies como si se tratara de un enorme y magnífico mapa desplegable.
La ruta continua con el descenso. Las cimas se van distanciado y, a medida que el río esté más próximo, el caminante podrá intuir cómo se va tejiendo la húmeda y brumosa arboleda. La escasa iluminación que se filtra en los canutos, que es el propio cauce del arroyo, provocan que la arboleda crezca en altura desmesuradamente, buscando un mínimo hilo de luz. Acebos, avellanillos, laureles y madroños pueblan los bordes del río, mientras que en las umbrías pueden encontrarse ojaranzos, una purpúrea reliquia endémica de gran valor botánico.
