La Ruta de Camarón de la Isla
Camarón de la Isla, cantaor de leyenda, heterodoxo, con una jondura y voz inigualables. El gran mito gitano del arte flamenco
José Monge Cruz (San Fernando, Cádiz, 1950 - Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, 1992)
Bautizado como José, su tío Joseico lo llamó Camarón porque era rubio y delgado, casi transparente. Frágil, reservado y tímido, sacó al flamenco de la marginalidad y lo hizo cabalgar por todo el mundo. El pintor Miquel Barceló, que pintó la portada de su último disco Potro de rabia y miel (1992), dijo que "no conocer a Camarón es como no conocer a Picasso”. Y añadió: "era capaz de cantar la lotería y ser sublime”. Hoy su panteón en el cementerio de San Fernando es una romería constante donde nunca faltan flores. Es la leyenda, La leyenda del tiempo, con la dramática Nana del caballo grande, el quejío en solitario de Camarón.
Libertad de los gitanos
"En la Isla yo nací, yo me crie al pie de una fragua. Mi madre se llamaba Juana, mi padre hacía alcayatitas gitanas” (Camarón)
Nacido con el sabor de las salinas y el olor a la marisma, en el barrio de Las Callejuelas de San Fernando, Camarón siempre tuvo en la Bahía su referencia, su agarre cuando cabalga desbocado sobre el caballo. Siempre vuelve y recuerda el sonido (el compás, decía) de los golpes para moldear el hierro de su padre el fragüero. Yunque, fragua, alcayata, chispas de fuego y su padre por seguiriyas. El pequeño José avivaba la lumbre y con su padre recorría los pueblos para vender las alcayatas gitanas. "En mi casa todos han cantao y bailao, aunque no fueran artistas”, recordaba el niño Camarón. Cuando al pueblo llegaba una familia de flamencos, tenían parada y fonda en la casa de José. Eran noches de cante y baile, con un niño asomado a una cortina para aprender, como él decía, de los viejos. Lo escuchaba todo "y me iba quedando con cosas”. Dolor y ansia de libertad de los gitanos.
Berza en la Venta de Vargas
"Vente conmigo en mi barca/ que adonde te va a lleva/ y adate unos paseíllos/ por la muralla real” (Camarón)
Tenía ocho años y se iba andando hasta la Venta de Vargas, el cenáculo del flamenco de la Bahía entre los años 40 y 60 y allí se arrancaba por seguiriyas, las que había aprendido de su padre, el herrero. Pero ya le daba un toque especial, muy suyo. Le caían unas pesetillas y un plato de berza, con suerte acompañado de pringá. Había dejado la escuela a la muerte de su padre y se dedicó a cantar y tocar la guitarra en las tabernas de San Fernando, pero sobre todo en la Venta de Vargas. Aquí se inicia la andadura de uno de los cantaores flamencos más singulares, geniales y únicos; el mayor mito gitano de todos los tiempos.
Transparente como un camarón
"Que hasta el sol viene a ponerse/ no sé qué tiene mi Cai” (Camarón)
Rubio, delgado, transparente como un camarón de la Bahía. Con Rancapino, su compañero inseparable, se buscaba la vida en los trenes de la Bahía. Cádiz es su "Cai” y empieza a hablarse de él en El Pópulo, en el barrio de la Viña. Apenas tiene 12 años y es capaz de detener al paseante en la plaza de la Catedral con su voz desgarrada. Su padre había querido darle estudios, pero no era lo suyo. Iba para torero, pero terminó como cantaor. Lo lógico si nos atenemos a lo que decía Racanpino: "¿Camarón? Una caja de música, un órgano dulce y lleno de sabor”. En lo que coincidiría con el maestro de la guitarra Paco de Lucía cuando lo conoce en Madrid.
Fuego en la sangre
"Como el agua clara/ que baja del monte/ así quiero verte/ de día y de noche” (Camarón)
Camarón salta a Madrid, pero nunca dejó la Isla y a Cádiz. Hay una pareja que revoluciona el flamenco, Paco de Lucía a la guitarra y Camarón al cante. Su otra pareja es con La Chispa, que así llama a su mujer, Dolores Montoya, gitana como él y contrae matrimonio en La Línea de la Concepción. Se casaron un miércoles y la juerga duró cuatro días con el broche de ir a ver a Curro Romero a torear. Curro le brindó una faena magistral. Nunca tuvo raíces en Madrid, pese a que al principio de su vida artística tuviera que ganarse los "hallares” en tablaos flamencos, peñas y dar algunos conciertos. Siempre volvía a la Isla, a Cádiz o a la bahía algecireña. "Entre espantás y bolos, herido y roto, se refugiaba en casa con La Chispa y sus cuatro niños” (Miguel Mora, José Manuel Gamboa).
La leyenda del tiempo
"Si tus ojos fueran/ aceitunitas verdes/ toa la noche estaría/ muele que muele, muele que muele” (Camarón)
Se desgarra la vida de Camarón. Busca refugio en su amigo Tomatito cuando la Leyenda del Tiempo, su disco más revolucionario, se vuelve contra él. Hay gitanos viejos que lo devuelven y se siente sólo. Con Tomatito y seis o siete amigos, palmeros, productores y secretarios se encierra en su mundo con juergas flamencas donde salía el cante jondo de Camarón. En su casa de La Línea, en La Isla, en Algeciras y hasta en la Costa del Sol. De esta Leyenda nace su otra leyenda, la del gitano irrenunciable a ser libre, "no quiero que nadie mande en mi”, dice. Y en su ayuda llega su otro gran amigo, Curro Romero, el maestro, que como recordaba Miquel Barceló, el pintor, se daban unas juergas de no te menees, "con noches estupendas, con muchas juergas preciosas”. Entonces, Camarón hacía de Camarón.
Potro de rabia y miel
"Viviré, mientras que el alma me suene” (Camarón)
Este estremecedor quejío se oye en su disco Viviré (1984). Quiere vivir "mientras que el alma me suene” cuando ya está atrapado por una vida que no quiere, pero de la que no puede huir. Tiene escrita su vida en las canciones. Yunque, fragua, fuego, alcayata, noches sin día, billares, chinas, bocadillos, papelinas, ácido y tabaco. Bohemio, sin ataduras, libre como sus cantes, pobre porque La Chispa apenas si tuvo dinero para pagar el entierro. Reafirma su fe en Soy gitano (1989) y en su último disco en vida Potro de rabia y miel (1992) la muerte asoma las orejas, con el lamento eterno de la dramática Nana del caballo grande. Me gustaría que me enterraran en San Fernando, dijo. Y así fue. Como a La Meca los creyentes musulmanes, los camaroneros, con un cante y una flor llegan al panteón de José Monje, Camarón.).
Los secretos de Camarón
Tuvo una vida fuera de los escenarios, escondida, pegada a los suyos, los gitanos viejos, su mujer La Chispa y sus cuatro hijos. Paseos de leyenda. Es la Ruta de Camarón de la Isla.
Paseo 1: Calle del Carmen, 29 - Barrio de las Callejuelas - Vistas únicas de marismas y salinas- Barrio marinero - Iglesia del Carmen (pila bautismal).
Paseo 2: Fragua en la calle Amargura - Museo Herrero - Isla de León - La Carraca - Castillo de San Romualdo - Castillo de Sancti Petri - Puente Suazo - Salinas y marismas.
Paseo 3: Venta Vargas - Monumento a Camarón - Iglesia Mayor de San Pedro y San Pablo (devoto del Nazareno) - Mausoleo de Camarón (cementerio municipal) - Peña Camarón de la Isla (c/ Manuel Arriaga).
Otras rutas recomendadas:
Ruta de la Sal.
Ruta la Isla de las Cortes.
Ruta San Fernando y la Armada.
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Templo culinario. La mojarrita frita
Lo que más le gustaba a Camarón era la mojarrita frita, o el guiso de garbanzos con berza y su pringá. En la Venta Vargas lo bordan. Y las tortillitas de camarones o el bienmesabe (cazón en adobo). Pero si hay algo que quita el sentío son los pescados de estero (salinas), sobre todo el lenguado. No hay que olvidar los mariscos con un Fino fresco y, en temporada, erizos de mar y los clásicos ostiones (por carnaval)