José Caballero y Huelva
Uno de los más genuinos exponentes de la generación abstracta española de la segunda mitad del siglo XX, con un recorrido pictórico por casi todas las tendencias de vanguardia.
José Caballero (Huelva, 1913-Madrid, 1991)
Referente de la abstracción
Pintor. Su obra es punto destacado de referencia en la evolución del arte moderno español del siglo XX, y está caracterizada por una incesante búsqueda de nuevos lenguajes y por la creación de una simbología propia de marcada impronta metafórica (lunas, círculos, signos) que se transforma continuamente en sucesivas variaciones. Su larga trayectoria, aunque condicionada por la violenta interrupción que supone en su momento la Guerra Civil (1936-1939), pasa por casi todas las tendencias de vanguardia predominantes a lo largo de esta centuria: surrealismo, neofiguración, informalismo... siendo uno de los más genuinos exponentes de la generación abstracta española de la segunda mitad del siglo XX.
José Caballero nace en Huelva el 11 de junio de 1913, hijo primogénito de una familia acomodada alrededor de un saludable negocio farmacéutico en el centro de la capital.
Siendo casi adolescente tiene su primer contacto con la Generación del 27. En el verano de 1930 conoce a Daniel Vázquez Díaz mientras éste pinta los frescos del Monasterio de La Rábida, y cuando el otoño siguiente se traslade a Madrid para estudiar ingeniería logrará hacerse un hueco como aprendiz en el estudio del prestigioso pintor de Nerva, cuyo magisterio será fundamental para él.
Caballero se integra como uno más en el círculo de amistades de García Lorca, que es el de los grandes poetas del 27 y el de Pablo Neruda, quien llega a Madrid en 1934 y del que el joven onubense se convierte en gran amigo. Ingresa en el grupo de teatro universitario La Barraca dirigido por Lorca, y vive casi a diario las tertulias surrealistas en la Casa de las Flores del poeta chileno, y por entonces José Caballero recibe el fulgurante encargo lorquiano de realizar el cartel para el estreno de Yerma en el Teatro Español.
Parte de su obra está repartida por varios museos del mundo, entre ellos el Museo Rufino Tamayo (México), el Texas Memorial Museum (Austin, Texas, EE. UU.), el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) o la colección del Chase Manhattan Bank(Nueva York, EE. UU.), entre otros. En sus últimos años de vida se sucederán los grandes premios y los homenajes, como el Premio Nacional de Artes Plásticas(1984) y el Premio de Artes Plásticas de la Junta de Andalucía (1990); la Medalla de Oro de las Bellas Artes y el título de Hijo Predilecto de Andalucía (ambos en 1989) e Hijo Predilecto de Punta Umbría (1990), municipio costero onubense donde veranea en su infancia.
Mirando a la ría
La ciudad de Huelva quedaría grabada en su mente para toda la vida. Esa ciudad de edificios sencillos que no superaban las tres plantas, de calles estrechas, abrasadas por el sol durante el verano, que desembocaban en plazuelas adornadas con palmeras, de iglesias barrocas sin apenas adornos.
Al pequeño José le gustaba jugar en la Plaza de las Monjas, pasear por el puerto mirando la ría y el infinito mar a través de las rejas, contemplar los barcos, las vagonetas de las minas e imaginar mundos lejanos a donde esos barcos llegarían.
Veraneos en Punta Umbría
A José le apasionaba viajar en el coche de su padre, un "Fiat” rojo que en Huelva resultaba insólito. Su padre solía ir de viaje a Almonaster, un pueblo de la sierra de Huelva en donde su familia tenía una farmacia y donde pasaban parte del verano. Aunque al niño no le entusiasmó nunca el campo ni la sierra por lo incómodos que le resultaban y sobre todo porque prefería la inmensidad del mar, en Almonaster lo pasaba bien y siempre lo recordaría con cariño. Sin embargo, las vacaciones que realmente le gustaban eran las que pasaba en la playa de Punta Umbría, un pequeño pueblo cercano a Huelva que había sido construido por los ingleses de las minas y que para llegar a él era necesario atravesar la ría en una enorme canoa ya que entonces las carreteras no llegaban hasta allí. La estancia en Punta Umbría constituía para José una fuente de constante placer: los baños en el mar, la natación, la contemplación del horizonte desde donde se imaginaba que veía toda América, o la salida con los amigos al cine al aire libre convertían los veranos en una época feliz.
En Punta Umbría permanece la Casa de los Ingleses como testigo de la presencia de los británicos en la explotación minera de la zona. En su interior se narra la historia de la presencia británica en Huelva desde su llegada a Ríotinto hasta la creación del Barrio de Salud en Punta Umbría, explicando la influencia de esta colonia en la localidad.
Arenales y salinas
Caballero disfrutaba de la inmensidad del mar en las playas de Punta Umbría. Una de sus preferidas era la Playa de Los Enebrales, localizada en el entorno del Paraje Natural Los Enebrales, aunque también frecuentaba La Bota y El Portil.
En la Ría de Punta Umbría, formada por los afluentes de los rios Tinto y Odiel y por las aguas del océano Atlántico, que penetran en los márgenes que forman la lengua de arena, se halla el entorno natural de la Isla Saltés.
La Ría fue la única vía de comunicación que existió entre Huelva y Punta Umbría, esto hizo que surgiera una línea regular de barcos que enlazaban ambas poblaciones: eran las populares Canoas. En la actualidad la popular Canoa de Punta Umbría sigue realizando ese trayecto aunque sólo se realiza en verano. Sin embargo, este viaje a través de la Ría de Punta Umbría, que pasa por parajes de incomparable belleza, permite mantener viva una de las estampas más tradicionales de la localidad.
No deje de visitar el complejo de las Salinas del Astur, hoy también convertido en observatorio ornitológico.