Sendero del Bembézar – PR A 348

El Sendero del Bembézar – PR A 348 transcurre por el fondo del valle encajado y agreste, desde la presa de derivación a la principal que regula el río Bembézar. Es un recorrido sobrecogedor para todos los sentidos; por las perspectivas que ofrece, por los sonidos omitidos y la sutileza de los que hay que descubrir, o por sus ilimitados olores que podremos sentir impregnando nuestra piel. No es extraño que buitres y otros huidizos animales asentaran aquí sus colonias, como tampoco lo fue que reparasen en estos lugares quienes buscaron horizontes propicios para el sosiego del alma.

En el extremo sur del casco urbano de Hornachuelos se ubica en la presa del embalse de derivación del Bembézar, que deberemos atravesar para encontrar el inicio del sendero, justo en su extremo más oriental. Emprenderemos el camino en dirección norte, con la orilla del embalse a nuestra izquierda, y así será a lo largo del recorrido, sin que se nos prive de las curvas de los meandros o las puntas en desembocaduras de arroyos o barrancos y mostrando, en todo su esplendor, parte de los secretos del Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos.

Caminaremos al principio por una estrecha senda a través de un paraje frondoso, que tras pasar junto a la fuente del Cañuelo, se ensancha para convertirse en un holgado y aplanado carril, tal como será en la práctica totalidad del recorrido.

La vegetación está aquí condicionada por la naturaleza caliza del roquedo, siendo fundamentalmente de acebuches, algarrobos y matorral mediterráneo de lentiscos, romeros, aulagas, cornicabras o coscojas. Más adelante apreciaremos un manto vegetal mejor conservado, con encinas o rodales de alcornoques, aunque también crecen algunos quejigos acantonados en las umbrías más húmedas de los arroyos.

El embalse inunda un valle encajado, por cuyo fondo emergido avanzamos. Al otro lado vemos Hornachuelos, asomado al abismo. A unos ochocientos metros del inicio el camino hace su primer quiebro para cruzar un arroyo tributario del Bembézar.

Seguimos avanzando hacia el norte unos dos kilómetros cuando un meandro nos obliga a hacer una curva abierta hacia el oeste. En medio de la misma nos situaremos frente a un enorme edificio abandonado, prendido a la escarpada pendiente de la margen contraria. Su historia se remonta al siglo XV, cuando aquí se fundó el convento franciscano de Santa María de los Ángeles, engrandecido con visitas y privilegios reales. Después de desamortizado volvió a manos de la Iglesia, gracias a una donación de los marqueses de Peñaflor, construyéndose el actual edificio para seminario a mediados del siglo pasado. Tras su abandono en los años setenta permanece sin uso. Lo más antiguo que se conserva es una pequeña ermita que data del siglo XVIII, junto a la que se pueden descubrir vestigios de huertos en bancales y de cuevas excavadas en la roca caliza para retiro de los frailes.

Unos quinientos metros más adelante deberemos fijar nuestra atención otra vez en los riscos del otro lado del río, por que en ellos se asienta una buitrera, es decir, una colonia y lugar de cría de buitres leonados, siendo casi seguro el avistamiento de un buen número de ellos.

Aquí, y durante todo el camino, tendremos también la oportunidad de ver otras rapaces como el buitre negro, el águila real o la perdicera; o de descubrir rastros de jabalíes o zorros. También hay que resaltar la presencia de magníficos ejemplares de almeces entre el arbolado.

Haciendo una nueva curva al este, nos veremos frente a la desembocadura del arroyo de Guazulema, y en unos dos kilómetros adelante cruzaremos el de Cinco Aguas.

Finalmente, ya bajo la presa del Bembézar, se estrecha el camino y se llega a una pista asfaltada tras cruzar el arroyo Calderas por un puente, pista por la que subiremos hasta el final del sendero, en el poblado del Embalse.