Sierra de Andújar
Lomas arropadas de encinas se suceden interminablemente en la Sierra de Andújar, a modo de colosales escalones que nos elevaran desde lo hondo del Valle del Guadalquivir hasta colonizar el otero manchego; por encima nuestro el vuelo atento del águila imperial ibérica.
Desde el norte y encajados entre barrancos descienden las aguas de los ríos que vertebran estos pagos de Sierra Morena: Yeguas, Jándula y, algo más al este, Rumblar. Discurren por tierras de granito, avanzadilla del vecino batolito de Los Pedroches, que asoma en gigantescos bolos y canchales cuya materia prima ha sido utilizada en la arquitectura vernácula (bardales, abrevaderos, pilares… y tumbas antropomorfas). Puntualmente, en la franja más septentrional, emergen farallones de cuarcita que avisan de la vecindad de Despeñaperros.
En descenso, aparece un relieve más alomado. Es el dominio de la pizarra del carbonífero que atesorara gran parte de los filones metalíferos, antaño actividad vital de la comarca. En su contacto con el valle del Guadalquivir, da paso a isletas de arenisca usadas tradicionalmente en los edificios monumentales de los municipios del parque natural.
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