El Valle de Lecrín y los cítricos
El granadino Valle de Lecrín ofrece una curiosa anomalía climática. Disfruta de varios grados de temperatura por encima de lo que le correspondería por su situación y altitud, tan cercano a Sierra Nevada. Los municipios de Dúrcal, Nigüelas y El Valle logran así cultivar cítricos e incluso aguacates de gran calidad en un valle con aromas a azahar. Cuando llega la primavera puede disfrutarse de su sabor y de las fiestas asociadas. Las ferias de la Naranja y del Cítrico dan protagonismo a los frutos y la cultura agrícola del valle, dando visibilidad a sus interesantes mercados abiertos de agricultores y artesanos.
Aunque la construcción de las autovías ha mermado su presencia, cuando se bajaba a la playa por la carretera de la Cabra era una postal cotidiana observar puestos de naranjas y limones mientras se surcaba el valle del Lecrín. Una tierra cálida, generosa, de pueblos que se derraman por las laderas, al pie de la sierra, y que muestra de esta manera su larga tradición agrícola.
La diversidad paisajística es una de las peculiaridades del valle, pues no en vano alternan macizos montañosos, que lo envuelven, con cuencas y valles en altura y reservorios hídricos canalizados mediante acequias, que facilitan los regadíos. Esto permite que el centro del valle siempre mantenga una enorme biodiversidad, desde flora a cultivos o fauna silvestre.
Como se decía, la bonanza climática permite cultivos que son impropios de zonas de interior y a esta altitud, con frutos que maduran con algo de retraso respecto a las zonas de costa. Junto con la baja Alpujarra, son los únicos lugares de la provincia de Granada en el que se realiza el cultivo del cítrico, presente en el valle desde el siglo XI, cuando lo introdujeron los árabes. Su cultivo presenta la originalidad de aparecer asociado al olivo, pues así se protege a los naranjos de los vientos fríos y las heladas del invierno. Esto favorece un paisaje singular, muy verde, por la presencia de estos árboles de hoja perenne.
Las curvas de la carretera de la Cabra obligan a viajar con calma, pacientemente, así como sus ventas y restaurantes, que también incitan a ir despacio, a deleitarnos con su paisaje y degustar su gastronomía. Cuentan con un enorme recetario, que va desde las formulaciones de alta cocina a mermeladas, sangrías y postres a la antigua usanza…, o a la elaboración moderna que, por su dulzor o acidez y a través del paladar, nos recuerda que este es uno de los valles más hermosos y ecológicamente más valiosos de Andalucía. Valga como muestra de ello que la comarca cuenta con unas Jornadas Gastronómicas muy singulares llamadas ‘La Huella Mozárabe’.
Por cierto, debes caminar por alguna de las rutas de senderismo que giran en torno a la Laguna de Padul. Tienen nombres tan llamativos como del mamut, debido a los restos paleontológicos encontrados en sus turberas. También de interés y visitas obligadas, subrayando el carácter agrícola del valle, son el Molino del Puente, en Dúrcal, o la almazara medieval de las Erillas y la acequia de la Pavilla, ambas en Nigüelas.