Dolmen de Soto
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Los dólmenes son construcciones megalíticas construidas con losas de piedra de gran tamaño y que se colocan de manera que generan cámaras interiores. Estas estructuras del Neolítico y del Calcolítico albergaban, normalmente, funciones de sepulcro colectivo o, a veces, de monumentalización del paisaje.
Descubierto por Armando de Soto en el año 1923, el dolmen de Soto está datado entre el 3000 y el 2500 a. C. De tipología de corredor largo, es el más grande de la provincia de Huelva y un caso particular en Europa por la abundancia de grabados que se encuentran en su interior. En las últimas excavaciones se han encontrado evidencias que señalan que, antes de la construcción de este grandioso dolmen, el lugar estaba marcado con un círculo de 60 metros de diámetro con piedras de gran tamaño al estilo de Stonehenge. Se entiende, por tanto, que siempre ha tenido carácter de santuario.
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El ser humano siempre ha vivido según los ciclos solares que marcaban las actividades a lo largo del día o las épocas de cosechas y sementeras de diferentes cultivos. La arquitectura siempre ha estado ligada a la luz y es quizás en época contemporánea cuando más hemos perdido esta conexión. De entre todas las manifestaciones arquitectónicas que utilizan la luz de manera consciente, los dólmenes quizás sean los que mejor evidencian la relación del ser humano con el sol y lo que la luz simboliza.
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El dolmen de Soto tiene un pasillo de 21 metros de profundidad hasta llegar a la cámara principal. Se orienta justo para que, en los días de equinoccio, un certero rayo penetre al amanecer iluminando el espacio interior. La luz aquí se transforma en un elemento muy simbólico, que otorga a la arquitectura un valor sagrado: un rayo que ilumina el espacio oscuro de una cámara funeraria, dos veces al año, buscando redimir o purificar. Es la dualidad de luz-oscuridad, vida-muerte, exterior-interior.
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