Castril
Castril hay que conocerlo. La imagen del pueblo, juego sutil entre la piedra, la cal y la teja, cambia en función de la distancia: a los lejos, desde la carretera, es una estampa romántica, equilibrio perfecto entre peña y pueblo.
Dentro del casco urbano, el espacio se recorta en volúmenes arquitectónicos escalonados armónicamente, haciendo alusión a un indudable pasado árabe; asómese a la plazuela del Cantón, junto al bar de Emilio, si quiere disfrutar sensaciones en la que participan todos los sentidos.
En el vuelo del pueblo, un paseo inolvidable por los senderos que recorren el cañón afanosamente labrado por el río. Y muy cerca del casco urbano, el Centro de Visitantes del Parque Natural de la Sierra de Castril, donde encontramos una cuidada muestra de objetos y utensilios propios de la vida cotidiana de la gente del lugar hasta no hace muchos años, y completa información sobre el Parque Natural, espacio protegido que, con una superficie de 12.665 hectáreas, se halla íntegramente incluido en el término municipal de Castril.
Historia
Fueron los romanos los primeros que utilizaron el abrigo de su peña para establecer un poblamiento que, en su origen, debió tener carácter militar (su nombre proviene de castro, campamento).
Durante la dominación árabe destacó como villa fortificada, con el nombre de Hisn (castillo) de Qastal. El geógrafo árabe-andalusí al-Zuhri lo describe como fortaleza en cuyo patio había una gran piedra lisa de la que brotaba tal cantidad de agua que podía mover ocho piedras de molino.
Perteneciendo al reino musulmán de Granada, a finales del siglo XV, fue conquistada por los Reyes Católicos. La posterior cristianización de la comarca supuso la expulsión de los moriscos y el fin de la convivencia de tres culturas, musulmana, católica y judía, que había sido una constante histórica en al-Alandalus durante ocho siglos.
Tras la expulsión de los moriscos, el territorio fue repoblado por colonos procedentes de distintos puntos de la geografía peninsular. La Corona de Castilla la cedió en señorío a D. Hernando de Zafra, que pasó a llamarse Señor de Castril.
Durante el siglo XIX y debido a su posición estratégica, Castril fue de nuevo escenario de importantes enfrentamientos bélicos, tanto durante la invasión napoleónica, cuando las tropas francesas incendiaron el pueblo, el 26 de junio de 1810, como cuando, durante las Guerras Carlistas, tuvo lugar en su término municipal la batalla del Llano de los Tubos (28 de febrero de 1838).
La política maderera, desde Felipe II hasta los años 60 del siglo XX, con continuas talas de bosques, esquilmó gran parte de la riqueza forestal de su sierra.
Son famosos los vidrios de Castril. Su origen se remonta a la época de los Reyes Católicos. Se caracteriza fundamentalmente por su color verde-amarillo. La técnica para su fabricación se perdió a principios de siglo.
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