Casas cueva, alojamientos sostenibles
Arquitectura subterránea de origen extremadamente antiguo, la propuesta de las casas cueva es muy ecológica. En Andalucía abundan las posibilidades de alojarse en alguna de ellas. Y cualquier época del año es buena.
Cierto distanciamiento de la civilización se respira al conocer las casas cueva que, con el tiempo y mucha paciencia, se han convertido en el refugio ideal para hacer una escapada rural con todas las de la ley. Compuestas por habitaciones sinuosas, sus espacios irregulares son susceptibles de conectar al visitante con la naturaleza misma en forma de pared rocosa. Además de ser casas con encanto, estos alojamientos prometen a sus huéspedes una armonía con el entorno que parte de su propia condición climática; puesto que una casa cueva ofrece un microclima que, a día de hoy, con el calentamiento global como espada de Damocles sobre nuestras cabezas, hace de ella un lugar green friendly
Casas cuevas en Andalucía
La placeta donde la vecindad se relacionaba. La fachada que nace del cerro excavado cuando no construida con materiales contra la erosión, la sala de estar y cocina que recibe al viajero, estratégicamente situada junto a la chimenea... el corazón de la casa cueva. Los dormitorios, separados por cortinas o paños. Los lucernarios colocados al fondo de pasadizos que parecen interminables, para captar la luz del exterior. Un hogar extraído de las profundidades de la tierra más visible, convertido primero en casa, luego en el epicentro de una estancia inolvidable. Una auténtica experiencia.
Las cuevas moriscas han salpicado, desde hace siglos, paisajes del norte granadino como Cortes de Baza. Monachil, en la comarca de la Vega de Granada, es un enclave donde pueden encontrarse también este tipo de alojamientos sostenibles. Por no hablar de las casas cueva de Guadix, también en la provincia de Granada, depositarias de esta gran tradición. O de las peculiares residencias de Setenil de las Bodegas (Cádiz), cuya situación mantiene un diálogo permanente con las rocas.
Aprendiendo del Sacromonte
Excavadas a los lados de empinados cerros y barrancos -con intención de mirar siempre hacia el sol-, las casas cueva son también un aula de conocimiento etnográfico. Ahí está el Centro de Interpretación del Sacromonte granadino, situado en el Barranco de los Negros. Cuenta con un Aula de la Naturaleza que enseña a los visitantes la fauna, flora y cultivos del terreno, así como con un Jardín Botánico y un huerto tradicional.
Y es que el Sacromonte, un referente en lo que a casas cueva se refiere, está muy vinculado también al mundo flamenco. La culpa es de sus famosas zambras: la Cueva La Rocío o la de Los Tarantos, entre otras. Pero no solo del arte jondo vivieron sus moradores. La cestería, la fragua, la cerámica o el telar eran los oficios habituales de las personas que las habitaban.
Para un turismo responsable
Ante el derroche energético, las casas cueva como hospedaje turístico suponen una alternativa sostenible. Su bioclima te permite disfrutar de una temperatura constante y agradable (el aire acondicionado no es necesario aquí). Dada la orientación de su edificación (sur, sureste, suroeste), el caldeo está asegurado, además del ambiente seco. Y entre 17 y 20 ºC de media constantes durante todo el año.
Algunas propuestas sin salir de la provincia de Granada
En el mismo Sacromonte se encuentran las Cuevas El Abanico que, además de rústicas y cómodas, cuentan con jardín y tienen unas vistas espectaculares: nada menos que el Conjunto Monumental de La Alhambra y El Generalife.
En Monachil, las llamadas cuevas trogloditas no son un misterio. Para el viajero, sí. Las hay como las Casas Cuevas Muntasal, con alojamientos como la Cueva de la Chumbera o la Cueva de la Pita que, rehabilitados y abiertos al ecoturismo, tienen una apariencia de lo más cool. Nada más que por bañarse rodeado de velas, en plena gruta, merece la pena.
Las Cuevas la Teja, en Cortes de Baza, conservan ese aire de campo que tantos persiguen cuando se alejan de la mundanal ciudad. Tanto en la ropa de cama, como en la iluminación y en la decoración, ese toque rústico lo impregna todo. Están ubicadas en medio del monte, con cuatro embalses muy cerca (Bolera, Portillo, San Clemente y Negratín). Senderismo y relax, todo junto.