Cabo de Gata y el Arrecife de las Sirenas
Naturaleza y leyenda se funden como si se tratara de un solo elemento, de un mito, en uno de los parajes más emblemáticos del Cabo de Gata, en esa esquina del Mediterráneo localizada en el mismo cabo geográfico. La historia cuenta que los marineros quedaban hechizados por la belleza y el canto de las sirenas que tomaban el sol en este icónico arrecife –en realidad, los restos de una chimenea volcánica–, y era tal el encantamiento que, sin timón, los barcos naufragaban. Pero este mágico enclave aún esconde mucha historia que contar.
Hay lugares con un magnetismo mineral que cautiva, enclaves con una carga esotérica inexplicable. Sitios que quedan eternamente en la retina después de la primera vista y de los que poder presumir de haber visitado. El arrecife de las sirenas del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar resulta uno de estos lugares mágicos. Por eso su leyenda no es una, sino la suma de varias.
En ciertos corrillos del Cabo, se cuenta que un rey moro enterró su tesoro en una cueva, bajo la Vela Blanca, esa roca color nieve tan característica en el acantilado. Y encomendó a las sirenas su custodia.
También se narra otra versión de tan legendaria historia, con ciertas similitudes con uno de los episodios del viaje de Ulises, en La Odisea. Se dice que los cantos de sirenas atraían a los marinos cuando doblaban este cabo en busca de mar abierto o, al contrario, rumbo a la bahía de Almería. Al llegar junto a ellas, naufragaban.
Ciertamente, allí habitó una colonia de focas monje que, lamentablemente, se extinguió hace tiempo como todas las de la costa española. También hay presencia de una laja, una roca, que emerge sin llegar a la superficie y que ha sido motivo de algún que otro hundimiento de grandes barcos. Acontecimiento, por otra parte, que lo ha marcado como uno de los lugares predilectos para los submarinistas.
Por otra parte, la zona tiene un alto interés geológico, pues estamos ante la evidencia de la actividad volcánica que se produjo en la comarca, bajo el mar, hace millones de años. Sea como fuera, resulta una delicia llegar hasta el faro, asomarse al arrecife e imaginar que cualquiera de las legendarias historias es cierta... ¿no oyen los cantos de las sirenas?