Bosque de Cobre del Genal y Alcornocal de Benarrabá
En lo más recóndito de la Serranía de Ronda, en la provincia de Málaga, se emplaza un enclave tan singular que parece fruto de un hechizo. Un tesoro natural oculto que, con cada otoño, se manifiesta en todo su esplendor con las últimas luces del día: el Bosque de Cobre.
Las grandes y espesas extensiones de castañar que pueblan el Valle del Genal conforman el conocido como Bosque de Cobre, una arboleda encantada que abraza a los pueblos blancos, casi impolutos, de Alpandeire, Benadalid, Benalauría, Cartajima, Faraján, Genalguacil, Igualeja, Jubrique, Júzcar, Parauta, Pujerra y Yunquera.
La complicada orografía del lugar, unida a la humedad del ambiente, ha dado forma a un paisaje de gran belleza que cada otoño, minuto a minuto, ofrece una experiencia diferente, un baño de emociones que satisface los sentidos de las miles de personas que acuden a visitarlo.
Cuando comienzan a caer las hojas de sus árboles, el bosque se viste de fantasía. Naranjas, dorados y ocres colorean las copas de los castaños mientras la cobriza hojarasca alfombra la tierra. De tal manera, se produce un bonito espectáculo, el curioso contraste entre la estampa perenne que ofrece el bosque mediterráneo, que también crece en la zona, y los esqueletos caducifolios de los castaños. ¡Cuánto duende!
El castaño es sin duda el gran motor económico de la comarca, pues aún perduran oficios y tradiciones antiquísimas ligadas al aprovechamiento de este árbol. Su fruto, que se recolecta entre septiembre y octubre, es utilizado como ingrediente principal para la elaboración de muchas recetas típicas de la serranía.
En este entorno natural privilegiado es posible practicar algunas actividades al aire libre, como el senderismo. La zona cuenta con varias rutas que pueden recorrerse a pie y que permiten disfrutar de una arboleda sensorial… medicinal, al menos para el ánimo. Hay varios miradores habilitados en los que merece la pena detenerse y admirar el crepúsculo mientras el sol se oculta bajo la mágica oscuridad del bosque.
Protegido por la humedad de sus montañas, en el corazón del valle, habita otro bosque de árboles enormes, piel arrugada y porte algo desaliñado. Se trata del Alcornocal de Benarrabá. En el lugar, cada nueve años, regresa un enorme trajín que pone en vilo la plácida vida del bosque: sus ancianos pobladores son despojados de su corteza en el ritual de la saca de corcho.