Han sido muchos los motivos que han llevado a los andaluces, a lo largo de la historia, a salir de esta maravillosa tierra buscando nuevos horizontes y oportunidades. Y es por estas razones que en cualquier rincón del mundo un andaluz, o sus descendientes, es embajador de las bondades de su tierra, levantando con orgullo la universal bandera de Andalucía.

Los andaluces somos amantes de nuestra tierra, de sus gentes y de saludarnos a diario por la calle, lugar donde el andaluz vive con intensidad cotidiana. Nos sentimos orgullosos de nuestra cultura y de nuestra forma de ser, de las fiestas que salpican cada pueblo de su geografía, del folclore más sentido y de un clima sin igual. Andalucía es la luz que inunda de alegría todos sus rincones, los aromas a romero y azahar que impregnan cada calle, el color de gitanillas, claveles y rosas que salpican el blanco inmaculado de sus plazas, el sabio sabor de su enorme gastronomía que huele a pan recién horneado, sabe a jamón bien curado, tiene el tacto del mejor AOVE del mundo y suena al vino escanciado con arte: Jerez, Montilla-Moriles, Condado de Huelva, Sierra de Málaga, Granada, Almería o Jaén. Y su cocina trae recuerdos a mar, y tiene como protagonistas la gamba de Garrucha y Huelva, las quisquillas de Motril, los boquerones y espetos de Málaga o los langostinos de Sanlúcar; y rememora tierra fértil: los tomates de Almería, las fresas de poniente, las frescas frutas y verduras de huertas regadas con aguas cristalinas...

Son muchos los motivos por los que un andaluz siente añoranza por su tierra, porque Andalucía se va en la maleta con cada uno de nosotros. Allí donde levante su casa un andaluz se vive Andalucía, donde ofrezca su mesa se come con Andalucía…, y también es la excusa perfecta para regresar una y otra vez. Andalucía lo merece.

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