Los Ranchos de Doñana. Huelva
Hablar de chozas es urgar en los ancestros de la arquitectura popular. Este hábitat de claras resonancias neolíticas pervive, diseminado, por buena parte de Andalucía -sobre todo en algunas zonas cercanas a la costa del Golfo de Cádiz- pero ha perdido en la mayoría de los casos su carácter residencial y se utiliza como albergue de aperos y ganado o como refugio ocasional de algún pastor.
Sólo en el interior de Parque Nacional de Doñana un puñado de familias, fiel a la tradición de sus antepasados, sigue basando su sustento en el aprovechamiento de los recursos naturales del "Coto" y reside de manera permanente en pequeños poblados de chozas o ranchos, integrado en el ecosistema marismeño, portadores de un alto valor histórico, antropológico y cultural.
Los ranchos de Doñana, de planta rectangular, se construyen disponiendo un entramado de madera de pino sobre el que se coloca un revestimiento de junco fino, que sirve de muro o alberca y compone una inclinada cubierta a dos aguas.
Una vivienda tipo consta de dos chozas (una para la cocina y estar y otra para los dormitorios) y una tercera, que puede o no existir, para los animales, cerrándose el conjunto con una cerca de brezo. Entre chozas o en uno de sus lados suele situarse un emparrado, bajo el cual se prolonga, en las estaciones favorables, la vida familiar. El mayor número de poblados se concentra en la finca de El Pinar del Faro.