La Niña de los Peines
Nombre completo
Lugar de nacimiento
Biografía
Pastora María Pavón Cruz, la Niña de los Peines, nació el 10 de febrero de 1890 en la calle Butrón del sevillano barrio de la Puerta Osario y murió el 26 de noviembre de 1969 en su domicilio de la calle Calatrava, número 20, de Sevilla.
Muchos aficionados dicen que era de Arahal, de donde eran su madre y su hermano mayor, de Tocina, lugar de crianza de su padre, un herrero conocido como El Paíti que había nacido en El Viso del Alcor, y de Alcolea del Río, donde al parecer vivió la familia durante algún tiempo. Su familia era de acendrada raíz flamenca No en vano, su hermano mayor, Arturo, fue un cantaor magistral, quizás porque había heredado las destrezas de su abuelo materno por tangos y las de su padre en los estilos fragüeros.
Pero la primera vez que Pastora se sube a un escenario es en 1898, cuando es contratada para una caseta de la Feria de Sevilla, en la que también actuaba su hermano Arturo, para sustituirlo un día que se había emborrachado. En 1903 la gitana debuta en Madrid, en el Café del Brillante, donde se consagró. Ignacio Zuloaga la conoció allí y decidió llevársela a Bilbao para el Café de las Columnas Al regresar a Sevilla, después de haber posado para varios lienzos costumbristas del pintor vasco, Pastora ya era conocida como La Niña de los Peines gracias a unos tientos tangos que solía interpretar: "Péinate tú con mis peines, que mis peines son de azúcar". Luego pasó al Café de la Marina de Málaga, donde ganaba tres pesetas diarias, gracias a la recomendación de El Pena padre. De allí pasó a Jerez ganando ocho duros todas las noches en La Primera.
De esta manera llegamos a la época en que Pastora graba sus primeros discos para la casa Zonophone, allá en 1910. Los mejores teatros de Sevilla la contratan para codearse en los escenarios con maestros de la talla de Antonio Chacón. Los periódicos la citan como la Reina del Cante Flamenco
Tampoco tuvo miedo la cantaora para hacer frente a las ofertas que le llegaron de la ópera flamenca, de manera que recorre toda españa con numerosas compañías, obteniendo grandes éxitos en todas las plazas de toros. Aquí comenzó ya su relación con el cantaor Manuel Escacena, con quien se asegura que tuvo una hija Pero el gran hombre de su vida fue el también cantaor sevillano José Torres Garzón, el Pinto, con quien se casó al estallar la Guerra Juntos se fueron a Madrid, donde se refugiaron Pastora estuvo casi retirada en aquellos tiempos de los escenarios.
Al finalizar la contienda, la cantaora volvió a Sevilla para enrolarse junto a su marido en la compañía de Concha Piquer junto a La Macarrona, La Malena, La Ignacia, María Albaicín, Mari Paz, Pepe el Limpio, Rafael Ortega, Pericón de Cádiz y Melchor de Marchena. Al finalizar la gira con la Piquer, la Pavón decidió apartarse de los escenarios , pero tras varios años Pepe Pinto crea el espectáculo "España y su cantaora" para devolver a su esposa a las tablas. La obra se estrenó en el teatro San Fernando de Sevilla el 19 de enero de 1949 y fue un triunfo, pero al girar por otras ciudades se vino abajo el proyecto, que fue directamente a la ruina. Ahí comenzó el ocaso de la cantaora más grande de todos los tiempos.
Los homenajes se sucedieron uno tras otro, se descubrió una estatua en la Alameda de Hércules en diciembre de 1968, cuando ya Pastora se encontraba muy enferma Ni siquiera se enteró de la muerte de su marido, El Pinto, el 6 de octubre de 1969, que se enterró en el Cementerio de San Fernando de Sevilla en una tumba a la que varios meses después fue a descansar también la Niña Con el tiempo, la Junta de Andalucía ha declarado su obra discográfica Bien de Interés Cultural y ha creado un premio con su nombre que ya ha sido otorgado a Fosforito y a Paco de Lucía.
En lo referente a su actitud creadora, Pastora es la madre del cante por bamberas y de un tipo de petenera alargada que estructuró a partir del legado de Medina Imprimió también su sello por bulerías, llegando a grabar el "Cielito lindo", por soleares, seguiriyas y, sobre todo, por tangos, si bien es cierto que ningún estilo, por recóndito que este sea, escapa a las aportaciones personales de una auténtica maestra, monumento del cante grande, cuyo patrimonio quedó impreso para la historia a través de 355 placas inigualables.